La existencia de estos corredores porticados y abiertos, unificando dependencias reales y cerrando la Plaza de Parejas, con precedentes en el urbanismo renacentista italiano, como en Florencia, y su utilización para miradores remite formalmente a las villas suburbanas en España, por ejemplo, y según lo ha expresado Sancho, al Palacio de Valsaín, ligeramente anterior al de Aranjuez. EN cualquier caso, su existencia ahonda más en las diferencias conceptuales entre las ideas filipinas para este sitio y San Lorenzo, éste como retiro espiritual, perfección de un modelo que sigue la tradición hispánica de construcción de cuartos reales adosados a monasterios, y el primero como lugar recreativo, más europeo.
En Aranjuez, no obstante, las logias cobran un especial significado, no sólo por su carácter ambiguo entre lo público y lo privado, sino también por subrayar la subordinación de la zona de servicios con respecto a la principal, un efecto que se acentuaba en altura, “pues sobre el nivel de los ánditos, comenzaba directamente la cubierta de tejas”, para no ensombrecer la silueta de aquel.
Por otra parte, se supone que el diseño analizado por Ceán no desvelaba otros datos sobre la configuración u organización interna de los Oficios, esto es, si se desarrollaban únicamente alrededor del patio septentrional, que en parte se ejecutó, según se comprueba en las vistas y documentos, o si también del meridional, el denominado después cuadrado o de Caballeros. Sancho se alinea con esta última posibilidad, atribuyendo a Herrera la disposición de éste, que luego seguirían sus sucesores al frente de las obras reales en Aranjuez, sobre la base de un contrato de 1586, al que más adelante se hará referencia, que participaba la construcción “del patio real de la Casa de Caballeros que mira al mediodía”. Aunque la erudición de este autor sería suficiente para validar su posición, más parece que dicho contrato se centraba en la zona Norte del edificio u Oficios y su patio interior, como opina Martín González, cuyo ala meridional ocuparon desde el principio las habitaciones de la alta jerarquía cortesana y fue embrión para su desarrollo posterior.
En este caso el dicho patio real o “grande” sería el de Oficios, el único, junto con los cuatro patinejos de cada ángulo al que hacia Juan de Herrera alusión en las condiciones para su construcción, los citados apuntamientos de 1584 que Felipe II mando al gobernador Osorio para el comienzo de la e edificación y cuya trascripción realizaron Llaguno y Quindós.
Estas instrucciones, redactadas y firmadas de mano de Herrera, se titulaban Memoria de los que se ha de hacer en la fábrica de la Casa de los Oficios, que se hace para el servicio de su S.M., y en ellas se exponía la existencia de plano de planta del edificio, demostrado su exacto emplazamiento, dimensiones o distribución, una copia del cual fue entregado a cada uno de los aparejadores, Lucas de Escalante y Antonio de Segura.