Este hecho “repercutía o iba acompañado de análoga suerte en los pequeños núcleos rurales. Fueron muchos los que se perdieron a veces totalmente, quedando en el mapa amplias desertizaciones toponímicas y también restos arqueológicos. Los nombres premusulmanes parecen barridos de las comarcas en que se eclipsó su capital, y parcialmente también en campos ocupados por la ciudad superviviente”.
Incluido el término en el reino de Toledo, teniendo esta ciudad como centro neurálgico, las diócesis que rodean a la encomiendo de Oreja, manteniendo su importancia desde época romana son: Oreto, Segóbriga, Arcóbriga, Valeria, Compluto, y Sigüenza.
Pero estos datos tienen un valor global. Esta es la causa por la que, ante el vacío que nos rodea, tengamos que vincular su proceso histórico a los acontecimientos de Toledo, incluyendo nuestra zona en su radio de acción.
1.Características del asentamiento musulmán
Tras la conquista musulmana tanto la tierra como el botín fue repartido. Si atendemos a las fuentes, la división administrativa permanece como en época anterior porque los musulmanes la consideraban obra de Constantino; sin embargo, según D. Julio González “eso debe referirse a ciertas demarcaciones, pero no a su totalidad ni a las provincias”. Mientras que en algunas regiones la división era clara “sobre la Meseta se asentó el dominio musulmán, sin necesidad de restaurar las antiguas diócesis administrativas”.
En principio la nueva administración estuvo rodeada de problemas, muchos de ellos relacionados con el comportamiento bereber. Huellas de su asentamiento son los nombres tribales que quedan en las regiones de la Meseta.
Según el Marques de Lozoya “en el reparto de España a raíz de la invasión, los árabes se habían reservado las ricas vegas de centro, de Andalucía y del Levante y habían entregado a los berberiscos las áridas mesetas y los breñales del bosque.
La mala organización de estas tribus beréberes queda patente en las descripciones de los geógrafos. En el caso del distrito de Toledo, con buenos campos para la práctica agrícola “era considerado como el más vasto”. Sus continuas revueltas originan repliegues dentro de los propios conquistadores al mismo tiempo que tuvieron significativa importancia las incursiones cristianas, interesándonos en este caso las de Ramiro II, que llego a Madrid y Talavera “en la que causó muchas muertes llevándose muchos miles de cautivos”.
2.La obra de Alfonso VI
Las pugnas internas que el dominio musulmán mantiene tras la ruina Omeya originan grandes cambios dentro del mismo, además de favorecer el avance cristiano.
Muhammad al-Mahdi, cuado se alzó contra los Amiríes, contó con la importante ayuda de la Meseta, al frente de la cual fue confirmado Wadin. Este, que logró ser primer ministro de la capital del Califato hasta 1011, fue imponiendo su voluntad independentista en la Marca media, rehusando someterse a Suleyman en 1010.
Cuando murió Wadih, los Bení di-l-Num dueños de amplias extensiones de terreno, fueron extendiendo sus dominios, fortificándose en varios castillos. Ismail Beni di-l-Num, nombrado visir por Suleyman, se impuso como jefe en la cora toledana en 1018. El territorio de esta cora, el más amplio de todas las taifas, “correspondía su perímetro a la submeseta meridional. Dentro de él quedaban incluidas las coras de El Ulga (aproximadamente la actual provincia de Ciudad Real), El Belath (extendida por la parte oriental de Badajoz y Cáceres) y Esch Scharram (que en sentido vertical comprendía íntegramente las actuales provincias de Toledo, Madrid, Guadalajara, el norte de Cáceres y el sur de Ávila). El contorno septentrional se delimitará por las Sierras de Gredos y Guadarrama; el meridional por los macizos montañosos de las sierras de Alcudia, Madrona y Alcaraz; al este, la serranía de Cuenca serviría de frontera exterior, y al oeste una línea sinuosa que, partiendo de Gredos, cortaría el Guadarrama hasta Costuera y Peñalsordo”.
Sin duda, los años de esplendor del reino de Toledo se suceden durante el reinado de Yahya al-Mamun (1043-1076). Este reino, rodeado por los taifas de Zaragoza, Albarracín, Valencia, Denia, Granada, Córdoba y Badajoz, se vio amenazado desde el principio.
Los Beni Hud de Zaragoza llegan a Guadalajara “donde la población se hallaba dividida entre los partidarios de Zaragoza y Toledo”. Eso le inclinó a al-Mamun a unirse con Fernando I de Castilla quien, aprovechándose de las “rivalidades de los tres soberanos asentados en las marcas… en una campaña ganó las tierras de un sector de Duero (Gormaz, Berlanga, Riba de Santiuste, Huérneces, Caracena y Satarem)”. Posteriormente ambos intervienen en Valencia, que pasaría a ser posesión de al-Mamun en 1065, año de la muerte del monarca castellano.
Alfonso VI, que pasó nueve meses refugiado en Toledo, apoyó a al-Mamun en su intento de conquistar Córdoba en 1073. Pero tras la muerte de éste último, la caída del reino de Toledo fue un hecho: “los súbditos de al-Mamun podrían fin a trescientos setenta y cuatro años de dominio pletórico en contiendas intestinas”.
Con al-Qadir las revueltas internas y los ataques exteriores se incrementaron. La situación de enemistad con las otras taifas le lleva a pedir ayuda a Alfonso VI, quien va recibiendo en pago plazas fuertes –Canales, Zorita, Canturias- que le van iniciando el camino de la conquista. En 1084, el monarca castellano recibe como propuesta el reino de Toledo si ayuda a al-Qadir a conquistar Valencia y sus dependencias. Esta fue la premisa para la conquista de Toledo, que se rinde por capitulación. La fecha de rendición pudo ser el 6 de mayo de 1085; según las fuentes “la entrada de don Alonso tuvo lugar el 25 de mayo, día de San Urbano, año vigésimo de su reinado. Era domingo”.