1.La donación de Oreja y la presión almohade
Si la descomposición del imperio almorávide facilita en gran medida el avance cristiano, la llegada de un nuevo pueblo –el almohade- pone en peligro una vez más los territorios cristianos.
Aprovechando la petición de ayuda de Abulcasim Admed que se había sublevado en el Algarve, los almohades se convertirán en un pueblo invasor tanto para musulmanes como para cristianos.
Contra los invasores se unierón Abengamia, gobernador general de los almorávides, el rey Lobo de Murcia y Alfonso VII, hasta la muerte del primero en 1147.
En el ámbito cristiano, “pese a la ofensiva almohade, en 1152 el Imperio Hispano conocía su momento de mayor esplendor”; sin embargo, la situación a la que se llega tras la muerte del Emperador hace que se abandone la lucha contra los almohades, llevando a cabo una pugna interna Fernando II de León y las familias de los Castro y los Laras por la regencia de Alfonso VIII.
En esta circunstancia la que impide el mayor avance de los invasores, pero a pesar de ellos, la presión que éste sufre por parte de los musulmanes africanos como por Alfonso II de Aragón, le obliga a abandonar su ayuda a los cristianos, recomendando a sus hijos que tras su muerte (1172) se entreguen a los almohades.
La desaparición del freno que el rey Lobo constituía entre las fuerzas invasoras y los reinos cristianos origina el comienzo de nuevas campañas en la cuenca del Tajo, llegando a Toledo en 1171 y 1172. Estas expediciones pusieron de manifiesto a Alfonso VIII la inseguridad de las tierras situadas al sur del Tajo, claves para la defensa de Toledo, en las cuales el proceso de repoblación estaba en su fase inicial.
La Orden de Santiago, nacida en Cáceres en el año 1170, manifestó desde un principio su objetivo: expulsar de la Península a los musulmanes con la consiguiente dilatación de la fe cristiana. Sin embargo, en su formación participaron dos caudillos de Fernando II de León –Fernando Rodríguez de Castro y Armengol VII de Urgel-, quienes harían “de una institución religiosa un instrumento militar al servicio de sus objetivos personales”. Para evitar que esto sucediera, la Orden extenderá su acción a Castilla, donde encontraría importantes donaciones a cambio de la ayuda militar.
Alfonso VIII necesitaba reforzar la frontera del Tajo así como, para garantizar la seguridad en esta zona, medios militares que hicieran frente al nuevo peligro, y los únicos que en este momento los poseían eran las Ordenes Militares, entre ellas las de Santiago a quien entrega, como primeras donaciones el castillo de Mora, unas casas en Toledo, Maqueda, y en Mazote de Campos, el castillo de Oreja y el de Alarilla.
De todas estas donaciones la más amplia es la del castillo de Oreja, en cuyo documento de donación, hecho en Montealegre el 11 de septiembre de 1171, se dice que pasa a la Orden “totum ex integro”; es decir, con los límites que se habían expresado en el fuero, salvo las sustracciones que Alfonso VII había hecho e incluido en los términos de Alarilla y Alboer. Curiosamente impone que en caso de guerra la Orden deberá entregarlo al rey, quien lo devolverá una vez finalizada.
A partir de este momento, las donaciones se detienen; según opinión de José Luis Martín, esta actitud de reserva que muestra Alfonso VIII es recelosa en función de la sumisión inicial que la Orden prestó a Fernando II de León, a quien al señalar su muerte en el calendario de Uclés el día 22 de enero de 1188, se le llama “Fernandus, bonae memoruae, rex Legionensis, fundador Ordinis Militae Beati Iacobi”. Igual actitud lleva a cabo Alfonso I de Portugal al entregar el castillo de Monsanto, quien exigió que el comendador del castillo fuera de su tierra y prestara ayuda al rey portugués tanto contra los cristianos como contra los musulmanes. Julio González observa que después de estas primeras donaciones “el monarca castellano se contuvo un poco acaso al ver el giro que tomaban las nuevas órdenes”.
A partir de este momento Oreja y todo su término evolucionará de acuerdo con los intereses de la Orden, no obteniendo el desarrollo que parecía auspiciársele en el momento de su conquista; sin embargo como propiedad territorial será objeto de importantes disputas durante el siglo XIII.
Desde el año 1171 es muy probable que Oreja tenga que hacer frente a algunas de las continuas incursiones almohades que pasaran el Tajo; pero es la que realiza Yaqub al-Mansur en 1197 la única recogida por las fuentes. Los Anales Toledanos I señalan de una forma muy precisa el itinerario que éste sigue después de atacar ^lasencia, silenciado por los cronistas árabes: “E otro anno vino el rey de Marruecos para Talavera e por Maqueda e por Toledo e por Alcalá e por Orella, e por Uclés e por Huerpte e por Cuenca e por Alarcón e des y fues para la via de Dios” (mapa VI). La Cronica Latina de Castilla acorta el recorrido desde Madrid a Uclés, Huete y Cuenca. Según Torres Barbás, después de la batalla de Alarcos (1195). Los almohades devastaron los territorios de estas poblaciones, llegando hasta Guadalajara, pero estas ciudades “bien protegidas por sus muros apenas sufrieron daños”.
Julio González no rechaza que un destacamento musulmán llegara hasta Talamanca y la asolara, después de tener cercada a Madrid, desde donde se dirigiría a Guadalajara, arrasando pueblos y campos.
“Esa fue la campaña más cumplida y también la última de importancia que padeció el reino de Toledo en las cuencas del Tajo y del Júcar”.