Sin embargo, frente a este avance, también empiezan a reforzarse los cristianos. “Al comenzar el año 1133, Alfonso VII había alcanzado un alto grado de seguridad y firmeza”, demostrado tanto en la preparación de la campaña a Andalucía, en la que colaboraba Zafadola, como en su actuación frente a la rebelión del Conde de Asturias. Más tarde, en 1135, era reconocido emperador, “honor al que el monarca accedía… por la obediencia que le prestaban al rey García de Navarra, el rey Zafadola de los sarracenos, el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, el conde Alfonso de Tolosa, y otros condes de Gascuña y el sur de Francia.
Si la creciente ofensiva almorávide era un hecho sufriendo los cristianos grandes pérdidas humanas, el renacer en la conquista también. En 1136, Alfonso VII y el alcalde de Toledo, Rodrigo Fernández de Castro, sucesor de Rodrigo González de Lara, conducen una expedición a al-Andalus en la que destruyen las ciudades de Jaén, Baeza, Úbeda y Andujar y, al regreso, intentan con resultados vanos la conquista de Coria-
Confiados en sus propias fuerzas y avance en el sur, centran también la atención en la línea del Tajo, reconstruyendo Aceca y volviendo a hacer de él el punto de mira hacia el castillo de Oreja.
En el año 1139 Alfonso VII inicia su verdadera actividad reconquistadora, siendo su primer punto el castillo de Oreja, que ya quedaría definitivamente en manos cristianas. Su conquista imponía grandes trabas en el acceso a la ciudad de Toledo así como a las tierras de la Alcarria y Norte, afectando “a los pueblos y términos de Madrid, Alcalá, Guadalajara y Segovia… así como a las posesiones de Aceca y la línea de Guadarrama, e incluso Escalona y Alamín”.
Los datos más completos de esta importante conquista los encontramos en la Crónica Adefonsis, la cual nos narra el proceso de una forma bastante detallada. Por el contrario, las fuentes árabes son parcas en sus noticias. Los acontecimientos, según estas crónicas se ceden de la siguiente manera:
En el año “tercio decimi imperii” Alfonso VII manda a los hermanos Gutierre y Rodrigo Fernández de castro, este último alcaide mayor de Toledo, que lleven a cabo el asedio “Castellum quod Decatur Aurelia, et obsesum est mense aprilis”. Ibn Idari retrasa un mes la fecha del asedio y Yaqut la sitúa en el año 1138. En dicho asedio, que siguiendo la crónica cristiana, duraría seis largos meses intervendrían las fuerzas militares de la Transierra y de la Extremadura.
Alfonso VII concentra sus fuerzas frente al castillo (entre las que hallan las milicias de Galicia, León y Castilla) e inicia su sitio ayudándose de máquinas para batirlo que él mismo construye, además de levantar una torre de madera para impedir el abastecimiento de agua del Tajo.
Al frente de la fortaleza, “nimium forte et bene monitum ómnibus armis et ballisti”, estaba Alí llamado “homicida christianorum”. Al parecer, el asedio se mostraba desde los comienzos difícil y el Emperador manda construir un castillo nuevo, desde el cual expide documentos.
Ante el ataque cristiano, las fuerzas almorávides de Sevilla, Córdoba y Valencia, reforzadas con las que Tasfin manda de Marruecos, forman un gran ejército de treinta mil hombres y gran numero de infantes que se dirigen a Toledo. Aquí expugnan el castillo de San Servando sin éxito alguno. Es en este pasaje donde la Chronica sitúa a doña Berenguela defendiendo la ciudad imperial y conminando a los sitiadores a que se enfrenten al Emperador en Aurelia.
Mientras tanto en Oreja, el control establecido en el abastecimiento de agua y alimentos obliga a Alí a negociar con Alfonso VII un armisticio de un mes, tiempo que el primero utilizaría para pedir ayuda a Tasfín. El Emperador impone “hoc pactum feriam vobiscum foedus: ut debit michi quindecim obsides monium vestrorum mayores, excepto Alí, et si non fuerit qui defendat vos, redditi michi castellum et remaneat in vastello balístae et omnia arma et Omnia regalia; et vestra propia tollite vobiscum; necnon et captivi christiani qui sunt in carcere vestro, per mansu fidelium meorum pascantur de mensa mea et similiter remaneant apud me”.
Pasado el plazo de la tregua, los cristianos tomaron el castillo en el mes de Octubre, según la Chronica Adefonsis Imperatoris y en el de septiembre según los Anales Toledanos.
Como podemos ver, las fuentes no están de acuerdo en el momento de rendición de la plaza. Los documentos que, de una manera u otra hacen referencia a esta conquista, oscilan entre ambos meses no ayudando a fijar el momento concreto. Manuel Recuero ilustra este hecho de acuerdo con la documentación contemporánea. Según una sentencia dada a favor del Monasterio de Sahagún por doña Sancha en 27 de octubre de 1139 se recuerda que era “eo mense et anno quo capta est Aureliam”. Otro documento firmado por Alfonso VII el 11 de septiembre demuestra que en esta fecha continuaba el cerco. Se trata de una donación a la catedral de Zamora y en ella se dice que la carta fue hecha “in illo castello novo quod fecit imperator predictus iuxta Aureliam quando eam tenebat obsessam”. Exactamente ocurre con otro documento de donación otorgado a Martín Pérez el 18 de octubre. Sin embargo, contrariando las aseveraciones anteriores, el propio Emperador firma un documento en Maqueda, el 15 de noviembre de 1139, donando la mitad de un molino en Santa Olalla a favor de Miguel Cortide de Santa Eulalia y de Andrés de Tagade, en el que se afirma era “secondo mese post captione Aurelia”.
De acuerdo con lo expuesto en los párrafos anteriores nos queda la duda del mes exacto de rendición –septiembre u octubre-, sin embargo, sí conocemos el momento en que es concedido el fuero: 3 de noviembre de 1139. Es evidente que era necesario asegurar la nueva plaza y, la forma de hacerlo era repoblando la zona. Encargado de la fortaleza de Oreja quedó don Rodrigo Fernández, alcalde mayor de Toledo, quien delego en Miguel Midiz.
A partir de este momento las conquistas cristianas en la frontera del Tajo inician el desplazamiento de la línea defensiva, adentrándose ya en las tierras de la Mancha y de Andalucía: conquistas de Coria 81142), Albalat y Mora (1134), Calatrava, Almería, Baeza y Úbeda (1147). Nuevas algaras musulmanas no se registrarán hasta después de Alarcos; en ellas los nuevos invasores, almohades, castigaran las tierras de Toledo, Talavera, Santa Olalla, Oreja, Maqueda, Madrid, Alcalá, y Guadalajara, siguiendo los pasos de sus predecesores; sin embargo, la obra de Alfonso VII, consolidada por su sucesor, no volverá a manos musulmanas.