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No es de este lugar relatar las peripecias de la batalla; sangrienta fue y muy sangrienta; muy á su altura estuvieron los valerosos cristianos pero sucumbiendo al considerable número de los moros quedó la victoria por Yussuf. Las plazas que el rey de Sevilla entregara á Alfonso en obsequio de su hija y que reclamara al romper la alianza cayeron en poder de la marisma al ser completamente arrollado el grueso de nuestro florido ejército.
Tan rudo y destructor golpe no impidió que siete años después se arrojaran á nuevas conquistas el incansable Alfonso, tomando á Santarem, Cintra y Lisboa. Tambien dió una soberbia batalla cerca de Almodóvar en defensa del rey Al-Motamid contra su asociado Yussuf, reconciliado con él por mediación de la princesa Zaida.
Su ayuda no pudo evitar que el advenedizo Yussuf se apoderara con artería de cuanto poseyera el desgraciado rey de Sevilla.
No le favoreció la suerte; tambien fue derrotado nuestro ejército, y como consecuencia, soberbio el árabe con tan extraordinarios triunfos empezó por vejar á los cristianos, destruyendo los templos y monasterios, consiguiendo borrar la palabra religión en Anaducia, Estremadura, Murcia, y Valencia.
El rey D. Alfonso quedo viudo en 1095 y casó con la hermosa Zoida que tenia en su poder, como sabemos, la que, abrazando antes la verdadera fé fué bautizada y reconocida por la reina Isabel. En tanto los almoravides seguían estendiendo y generalizando su dominacion por la española península y no pudiendo el anciano rey mirar con indiferencia tamaño atrevimiento, dispuso hacer un supremo esfuerzo para contener la morisma. Llamó la nobleza y condes del reino á cuyo frente colocó á su hijo varon, el que á la vez lo era de Zaida, el infante D. Sancho, de edad de once años, cuyo scrificio no tenia mas objeto que animar con su presencia á nuestros combatientes.
Encontráronse los ejércitos en Uclés el 30 de Mayo de 1108, cuya plaza tenian cercada los moros y dándose una sangrienta batalla (con resultados desgraciadamente tan notorios que pocos ignorarán) quedaron estos victoriosos, sufriendo los cristianos la sensible pérdida del tierno infante y la de siete condes. Tambien se apoderaron los moros después de tan desgraciada jornada de Aurelia y todas las poblaciones que poseian los cristianos en la izquierda del Tajo, como cuenta el arzobispo D. Rodrigo Gimenez en el capítulo XXIII de su Historia de España. Es de creer las conquistase D. Alfonso cuando estando en pujanza el ejercito cristiano, rehecho de la derrota de Zalaca, tomo tambien Lisboa, Santarem y Cintra.
Por vengar D. Alfonso la muerte de su hijo y recobrar lo perdido reunió mayores fuerzas para marchar contra los moros; pero tanto quebranto en el ánimo del anciano rey concluyó por cortar el hilo de su vida el año 1109, quedando en llevar adelante sus victorias el valeroso y denodado capitan Albar Fañez encargado de la custodia de la noble ciudad desde la muerte de tan inolvidable rey.
Desde esta fecha siguió una desgraciada série de sucesos con motivo de la subida al trono de su hija doña Urraca, y comprendiendo los mahometanos las ventrajas que podian reportar de estas sangrientas discordias, hicieron diversas invasiones en los dominios castellanos, entre los que vino el hijo y heredero de Yussuf, difunto emperador de Marruecos, llamado Alí-ben Yussuf, que habia sucedido á su padre en el emirato de nuestra península.
Detenido algun tiempo en Cordoba disponiendo sus huestes, veloz cual rayo, desolando cuanto á su paso encontraba, se dirigió á poner sitio en 1110 á la venerable corte de los monarcas godos arrasando con sus formidables máquinas de guerra los bellos pensiles de la derecha del Tajo.
Nada hay comparable al esfuerzo y decision de los sitiados, ni al valor y teson del insigne Albar Fañez; baste decir que durante una entera semana se multiplicaron los ataques usando hasta proyectiles, siendo victoriosamente rechazados por los cristianos.
El mal éxito desanimo al caudillo almorávides y conociéndolo el entendido Albar Fañez, practicó una salida tan oportuna é impetuosa que hizo huir con bastante pérdida á los descuidados sitiadores haciendo en ellos considerable destrozo, tomándoles todo el bagaje y máquinas de guerra que fueron quemadas sobre el mismo sitio que habian servido para batir la respetable ciudad.
Enorgullecido el valiente Albar Fañez con tan notable triunfo, quiso dar otro fuerte golpe á los mahometanos: para logralo se dirigio á Cuenca y Ocaña que las tomó muy en breve pasando después á la ciudad de Aurelia, que se cree debio tomarla, aunque sin dato que lo apoye, por cuanto mas adelante la poseian los cristianos, como Aceca y demás poblaciones de la comarca.
Muy luego volvieron á aparecer los incansables moros en las inmediaciones de Toledo á vengar su anterior derrota: un soberbio ejército mandado por el feroz caudillo Amazaldí, repitio las escenas de destrozos y desmanes con que siempre se anunciaban. Después de tomar los castillos de Oreja y Aceca, degollando á cuantos dentro de ellos encontraron, se dirijieron de nuevo á Toledo, no cejando en su propósito de apoderarse de la codiciada ciudad.
Nueva é infructuosa tentativa; arruinaron el monasterio de S. Servando; pero sus esfuerzos se estrellaron en el valor de los soldados españoles y en la decision y firmeza de Albar Fañez que hizo nuevas proezas, y los feroces almoravides tuvieron que huir otra vez, perdiendo mucha gente, no sin causar sensibles pérdidas en el ejército cristiano en las bizarras salidas que hizo.
Este hecho histórico lo confirma el P. Florez en los segundos Anales toledanos donde dice: “El rey moro Armaz Dalí prisó Oreya era 1131 año de 1113” y el obispo D. Prudencio de Sandoval tambien hace mencion de este suceso en la Historia de la reina doña Urraca.